Juan Manuel de Rosas


En esta oportunidad se presenta la historia de unos de los personajes mas discutidos de la historia Argentina. Juan Manuel José Domingo Ortiz de Rozas y López de Osornio nació el 30 de marzo de 1793 en Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata. Su nacimiento se produjo en el solar de propiedad de su madre, Agustina López de Osornio, que había habitado su abuelo materno Clemente López de Osornio, situado en la calle que en ese entonces se denominaba Santa Lucía, actual calle Sarmiento entre las calles Florida y San Martín, en la ciudad de Buenos Aires.

Ingresó a los ocho años de edad en el colegio privado que dirigía Francisco Javier Argerich (1765-1824), si bien desde joven demostró vocación por las actividades rurales; interrumpió sus estudios para participar, contando con trece años de edad, en la Reconquista de Buenos Aires en 1806 y posteriormente se enroló en la compañía de niños del Regimiento de Migueletes, combatiendo en la Defensa de Buenos Aires en 1807, ambos hechos durante las invasiones inglesas, donde fue distinguido por su valor.
 tarde, retirado al campo de su madre, una gran estancia de la pampa bonaerense. Al producirse los sucesos que culminaron con la Revolución de Mayo de 1810, Rosas contaba con 17 años y se mantuvo al margen de los mismos, de la evolución política posterior, y de la guerra de independencia de la Argentina.



Los inicios en la política

Hasta 1820 Juan Manuel de Rosas se dedicó a sus actividades privadas. Desde ese año hasta su caída producida en la batalla de Caseros, en 1852, consagró su vida a la actividad política, liderando ―ya en el gobierno o fuera de él― la provincia de Buenos Aires, que contaba no solo con uno de los territorios productivos más ricos de la naciente Argentina, sino con la ciudad más importante ―Buenos Aires― y el puerto que concentraba el comercio exterior de las restantes provincias, así como los derechos de importación de la aduana (controlados hasta 1865 por la provincia de Buenos Aires). En relación a estos recursos se desarrollaron gran parte de los conflictos institucionales y las guerras civiles argentinas del siglo XIX.
En 1820 concluyó la etapa del Directorio con la renuncia de José Rondeau a consecuencia de la Batalla de Cepeda que dio paso a la Anarquía del Año XX. Fue en esa época que Rosas comenzó a involucrarse en la política, al contribuir a rechazar la invasión del caudillo Estanislao López al frente de sus Colorados del Monte. Participó en la victoria de Dorrego en el combate de Pavón pero junto a su amigo Martín Rodríguez se negó a continuar la invasión hacia Santa Fe, donde Dorrego fue derrotado completamente en la batalla de Gamonal.
Con apoyo de Rosas y otros estancieros fue electo gobernador de la Provincia de Buenos Aires su colega el general Martín Rodríguez. El 1 de octubre estalló una revolución, dirigida por el coronel Manuel Pagola, que ocupó el centro de la ciudad. Rosas se puso a disposición de Rodríguez, y el día 5 inició el ataque, derrotando completamente a los rebeldes. Los cronistas de esos días recordaron la disciplina que reinaba entre los gauchos de Rosas,5​ que fue ascendido al grado de coronel. Con Ma
de riqueza que la provincia decidió no compartir con sus hermanas ni con ejércitos exteriores.
Entre 1821 y 1824 compró varios campos más, especialmente la estancia que había sido del virrey Joaquín del Pino y Rozas (conocida como Estancia del Pino, en el partido de La Matanza), a la que llamó San Martín en honor del general José de San Martín..


La revolución de diciembre

Terminada la Guerra del Brasil, el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Manuel Dorrego ―por una intensa presión diplomática y financiera― firmó un tratado de paz que reconoció la independencia de Uruguay, y la libre navegación del Río de la Plata y de sus afluentes solo por parte de la Argentina y del Imperio del Brasil pero por el término acotado de quince años; lo que fue visto por los miembros del ejército en operaciones como una traición. En respuesta, la madrugada del 1 de diciembre de 1828, el general unitario Juan Lavalle tomó el Fuerte de Buenos Aires y reunió a miembros del partido unitario en la iglesia de San Francisco ―nominamente como representación del pueblo― siendo elegido gobernador. Siguiendo la misma lógica, disolvió la Junta de Representantes de Buenos Aires.
Debido a la disparidad existente entre las aguerridas y experimentadas fuerzas sublevadas bajo el mando de Lavalle, con respecto a las milicias que defendían al gobernador Dorrego, Rosas le aconsejó a este retirarse a Santa Fe, para unir fuerzas con las de Estanislao López, pero el gobernador se negó. Mientras Rosas se retiró a Santa Fe con aquel propósito, Dorrego decidió refugiarse en Salto, en el regimiento del coronel Ángel Pacheco. Pero, traicionado por dos oficiales de este ―Bernardino Escribano y Mariano Acha― fue enviado prisionero a Lavalle.


Primer gobierno

La legislatura de Buenos Aires proclamó a Juan Manuel de Rosas como Gobernador de Buenos Aires el 8 de diciembre de 1829, honrandolo además con el título de Restaurador de las Leyes e Instituciones de la Provincia de Buenos Aires, y en el mismo acto le otorgó «todas las facultades ordinarias y extraordinarias que creyera necesarias, hasta la reunión de una nueva legislatura». No era algo excepcional: las facultades extraordinarias ya les habían sido conferidas a Manuel de Sarratea y a Martín Rodríguez en 1820, y a los gobernadores de muchas otras provincias en los últimos años; también Juan José Viamonte las había tenido.
El mismo día en que juró su cargo, declaró al diplomático uruguayo Santiago Vázquez:
Creen que soy federal; no señor, no soy de partido alguno sino de la Patria... En fin, todo lo que yo quiero es evitar males y restablecer las instituciones, pero siento que me hayan traído a este puesto.
Lo primero que hizo Rosas fue realizar un extraordinario funeral al general Dorrego, trayendo sus restos a la capital, con lo cual logró la adhesión de los seguidores del fallecido líder federal, sumando el apoyo del pueblo humilde de la capital al que ya tenía de la población rural.9​
Respecto a la forma de organización constitucional del estado y al federalismo, Rosas fue un pragmático. En cartas enviadas en 1829 al general Tomás Guido, al general Eustoquio Díaz Vélez y a Braulio Costa, el financista de Quiroga, les escribía para informarles que
...el general Rosas es unitario por principio, pero que la experiencia le ha hecho conocer que es imposible adoptar en el día tal sistema porque las provincias lo contradicen, y las masas en general lo detestan, pues al fin sólo es mudar de nombre.

La guerra civil en el interior

El general José María Paz había ocupado Córdoba y había derrotado a Facundo Quiroga. Rosas envió una comisión a mediar entre Paz y Quiroga, pero este fue derrotado y se refugió en Buenos Aires. Rosas le hizo dar un recibimiento triunfal ―como si hubiese sido el vencedor― aunque el caudillo consideraba que la guerra había terminado para él.
Paz aprovechó la victoria para invadir las provincias de los aliados de Quiroga, colocando en ellos gobiernos unitarios. Los bandos quedaban definidos: las cuatro provincias del litoral, federales; las nueve del interior, unitarias y unidas desde agosto de 1830 en una Liga Unitaria, cuyo «supremo jefe militar» era Paz.
A los pocos meses, en enero de 1831, Rosas y Estanislao López impulsaron el Pacto Federal entre Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos. Este ―que sería uno de los «pactos preexistentes» mencionados en el Preámbulo de la Constitución de la Nación Argentina― tenía como objetivo poner un freno a la expansión del unitarismo encarnado en el general Paz. Corrientes se adheriría más tarde al Pacto, porque el diputado correntino Pedro Ferré intentó convencer a Rosas de nacionalizar los ingresos de la aduana de Buenos Aires e imponer protecciones aduaneras a la industria local. En este punto, Rosas sería tan inflexible como sus antecesores unitarios: la fuente principal de la riqueza y del poder de Buenos Aires provenía de la aduana.
El caudillo santiagueño Juan Felipe Ibarra, refugiado en Santa Fe, logró que López iniciara acciones contra Córdoba. Serían acciones guerrilleras, porque en ese tipo de acciones tenía ventaja sobre las disciplinadas tropas de Paz. A principios de 1831, el ejército porteño inició también las operaciones, al mando de Juan Ramón Balcarce; pero el ejército porteño nunca llegó a unirse al santafesino.
Entre los hechos negativos se le atribuyó responsabilidad en la invasión británica de las islas Malvinas, aunque este hecho ocurrió el 3 de enero de 1833, durante el gobierno de Balcarce, que había sucedido a Rosas, el cual estaba emprendiendo su campaña al desierto. Estas islas, que habían sido objeto de disputa entre España e Inglaterra, se encontraban en posesión de España al momento de declararse la independencia argentina, e Inglaterra implícitamente reconoció la continuidad jurídica de los derechos argentinos sobre las posesiones españolas al celebrar el tratado de Amistad, Comercio y Navegación, firmado en Buenos Aires el 2 de febrero de 1825, a pocos años de la Independencia argentina y ratificado por el gobierno británico en el mes de mayo de ese mismo año. Además, las islas Malvinas habían sido pobladas por el Gobierno de Buenos Aires y se había designado un gobernador.
En su lugar fue electo Juan Ramón Balcarce, importante militar de la época de la Guerra de la Independencia Argentina y jefe de un grupo federal no rosista, a quien Rosas entregó el gobierno el 18 de diciembre de 1832.

Campaña al Desierto

Artículo principal: Campaña de Rosas al Desierto
La llanura pampeana bonaerense había estado sometida al dominio blanco apenas en una franja estrecha junto al río Paraná y el río de la Plata, por lo menos hasta la década de 1810. Desde entonces, la «frontera con el indio» se había adelantado hasta una línea que pasaba aproximadamente por las actuales ciudades de Balcarce, Tandil y Las Flores.
En cuanto Rosas dejó el gobierno a fines de 1832, a principios del siguiente año coordinó la campaña con los de Mendoza, de San Luis y de Córdoba para hacer una batida general, que además acompañaría a la otra que había comenzado a principios del mismo año el general Manuel Bulnes, en Chile y en el extremo noroeste de la Patagonia oriental, específicamente en los alrededores de las lagunas de Epulafquen. La comandancia general le fue ofrecida a Facundo Quiroga, pero este no participó en ella. Rosas concentró y adiestró la tropa en su estancia de Los Cerrillos, cerca del fortín y pueblo San Miguel del Monte.
El 6 de febrero de 1833 fue aprobada la ley que autorizaba al Poder Ejecutivo a negociar un crédito de un millón y medio de pesos m/c, para costear los gastos de la expedición, aunque al poco tiempo, el ministro de Guerra comunicó que no podría hacerse cargo de dicho objetivo, y por lo cual Rosas y Juan Nepomuceno Terrero terminaron suministrando ganado vacuno y caballar para el abastecimiento, sumado a que sus primos Anchorena, el doctor Miguel Mariano de Villegas,12​ Victorio García de Zúñiga y el entonces coronel Tomás Guido donaran dinero en efectivo para que pudieran iniciarla,13​14​ por lo cual, pudieron partir de allí en marzo del citado año.
La columna oeste, al mando de José Félix Aldao, recorrió un territorio que había sido «limpiado» de aborígenes recientemente, por lo que se limitó a llegar al río Colorado. La del centro venció al cacique ranquel Yanquetruz y regresó rápidamente. La que hizo la mayor parte de la campaña fue la del este, al mando del propio Rosas. Este se estableció a orillas del río Colorado ―cerca de la actual localidad de Pedro Luro― y envió cinco columnas hacia el sur y hacia el oeste, que consiguieron derrotar a los caciques más importantes. A continuación firmó tratados de paz con otros, secundarios hasta entonces, que se convirtieron en útiles aliados. Al año siguiente se sumó el más importante de ellos, Calfucurá.

Iconografía de 1833.

Se aseguró la tranquilidad para los campos y pueblos ya formados, y se logró un relativo avance en el sudoeste de la provincia, pero los adelantos de la frontera fueron mucho menos espectaculares que los logrados en la Conquista del Desierto emprendida muy posteriormente por el general Julio Argentino Roca en 1879.
Lo más importante que logró Rosas fue poner de su lado al ejército, a los estancieros y la opinión pública. Y el agradecimiento de las provincias de Mendoza, San Luis, Córdoba y Santa Fe, que se vieron libres de saqueos importantes por muchos años. Sin embargo, el único grupo de aborígenes que no fue totalmente dominado, los ranqueles, siguieron siendo vistos como un problema para los habitantes de estas provincias.
El precio a pagar por la paz fue sostener a las tribus amigas con entregas anuales de ganado, caballos, harina, tejidos y aguardiente. A partir de este momento, las tribus cazadoras dependieron de las entregas de alimentos, y fueron considerados por los bonaerenses como costosos parásitos del erario público, olvidando que ―desde el punto de vista de Rosas― los pagos eran un precio a pagar por el uso de territorios que ellos consideraban suyos. Esta actitud pacificadora, y el cumplimiento de los pactos celebrados, le ganaron a Rosas el respeto de algunos de los jefes de los indios amigos. Cuando este asumió por segunda vez la gobernación de la provincia, el cacique Catriel en Tapalqué declaró:

El bloqueo francés


Los peores problemas empezaron con Francia: la política exterior francesa había permanecido en un perfil bajo por dos décadas, hasta que el rey Luis Felipe intentó recuperar para Francia su papel de gran potencia, obligando a varios países débiles a hacerle concesiones comerciales y, cuando era posible, reducirlos a protectorados o colonias. Ese fue el caso de Argelia, por solo citar un ejemplo. Desde 1830, Francia buscaba aumentar su influencia en América Latina y, especialmente, lograr la expansión de su comercio exterior. Consciente del poder inglés, en 1838 el rey Luis Felipe exponía ante el parlamento que «solo con el apoyo de una poderosa marina podrían abrirse nuevos mercados a los productos franceses».
En noviembre de 1837, el vicecónsul francés se presentó al ministro de relaciones exteriores, Felipe Arana, exigiéndole la liberación de dos presos de nacionalidad francesa, el grabador César Hipólito Bacle, acusado de espionaje a favor de Santa Cruz, y el contrabandista Lavié. También reclamaba un acuerdo similar al que tenía la Confederación Argentina con Inglaterra y la excepción del servicio militar para sus ciudadanos (que en ese momento eran dos).

La guerra civil del '40

En junio de 1838 llegó a Buenos Aires el ministro de gobierno santafesino Domingo Cullen, con la misión de obtener un acercamiento entre Rosas y la flota francesa. Pero al parecer se extralimitó en sus órdenes, y negoció con el jefe de la flota el levantamiento de la misma para su provincia, a cambio de ayudar a Francia contra Rosas y suprimir la delegación que su provincia había hecho de las relaciones exteriores en la de Buenos Aires. Pero a mitad de la negociación murió el gobernador Estanislao López, por lo que Cullen huyó a Santa Fe. Allí se hizo elegir gobernador, pero Rosas y el entrerriano Pascual Echagüe lo desconocieron como tal, con la excusa de que era español. Fue depuesto y reemplazado por Juan Pablo López, hermano de su antecesor.
Cullen huyó a Santiago del Estero y se refugió en casa del gobernador Ibarra, desde donde logró organizar una invasión a la provincia de Córdoba por parte de los opositores al gobernador Manuel López. Estos fueron derrotados, e Ibarra envió a Cullen preso a Buenos Aires. Al llegar al límite de la provincia de Buenos Aires, fue fusilado por el coronel Pedro Ramos en junio de 1839.
Cullen había enviado a su ministro Manuel Leiva a negociar con el gobernador correntino Genaro Berón de Astrada una alianza contra Rosas, que el correntino aceptó. Pero ante la caída de Cullen, buscó apoyo en el uruguayo Rivera, con quien firmó un tratado de alianza, que este nunca cumplió. Y declaró la guerra contra Buenos Aires y Entre Ríos. El gobernador Echagüe invadió Corrientes y destrozó al ejército enemigo en la batalla de Pago Largo, donde Berón pagó la derrota con su vida.

La caída

La Batalla de Caseros produjo la caída de Rosas.
Después de la retirada de Francia y Gran Bretaña, Montevideo solo dependía del Imperio del Brasil para sostenerse. Este, que era garante de la independencia de Uruguay, había abusado de esa condición en provecho propio. Juan Manuel de Rosas consideró inevitable una guerra con Brasil, y pretendió aprovecharla para reconquistar las Misiones Orientales. Declaró la guerra al Imperio y nombró comandante de su ejército a Justo José de Urquiza.
Varios personajes del partido federal acusaron a Rosas de lanzarse a esta nueva aventura solo para eternizar la situación de guerra que este usaba como excusa para no convocar una convención constituyente.
Los más inteligentes de sus opositores se convencieron de que no se podía vencer a Rosas solo con los unitarios. El general Paz, por ejemplo, creía que alguno de sus caudillos subalternos era quien lo iba a derribar; y pensó en Urquiza.
Urquiza no sentía ningún anhelo de libertad diferente del de Rosas, aunque su estilo era distinto en varios aspectos. Pero a fines del año 1850, Rosas le ordenó que cortara el contrabando desde y hacia Montevideo, que había beneficiado enormemente a Entre Ríos en los años anteriores.n 3​ Afectado económicamente, ya que el paso obligado por la Aduana de Buenos Aires para comerciar con el exterior era un problema económico de magnitud para su provincia, Urquiza se preparó a enfrentar a
Murió en el exilio el 14 de marzo de 1877, acompañado por su hija Manuelita, en su finca de Southampton, Inglaterra.
Cuando la noticia de su muerte llegó a Buenos Aires, el gobierno prohibió hacer ningún funeral ni misa en favor de su alma, y organizó un inusual responso por las víctimas de su tiranía.
La casona de Rosas, San Benito de Palermo, quedó abandonada con su exilio, y fue una ruina durante la siguiente década. Luego fue utilizada por el Gobierno Nacional con varios fines: Colegio Militar, Escuela Naval, etc.,39​ mientras el presidente Domingo Faustino Sarmiento impulsó la transformación de los terrenos de estancia en un espacio público, el Parque 3 de Febrero, llamado en honor a la batalla de Caseros. El edificio siguió en pie hasta el 3 de febrero de 1899, cuando el Intendente Adolfo Bullrich ejecutó su implosión, con muy poca oposición social.
Después de Rosas
Después de la caída de Juan Manuel de Rosas, Urquiza declaró que no habría «ni vencedores ni vencidos»,40​ se apresuró a reunir el Congreso Constituyente de Santa Fe, que sancionó la Constitución Argentina de 1853 el 1 de mayo de ese año. Y al año siguiente asumió como presidente de la Argentina. Pero la provincia de Buenos Aires, dominada por los unitarios ―más muchos antiguos colaboradores de Rosas― se negó a participar en esa Constitución y se separó del país. En 1859 el país fue unificado legalmente junto con la provincia de Buenos Aires, aunque la reunificación real se produjo ―por la fuerza― a partir de 1861.
Era un autócrata por naturaleza y hasta el fin de sus días se mostró convencido de que a los países había que gobernarlos con mano fuerte para evitar lo que él consideraba su natural tendencia a la anarquía. Hay quien afirma que Rosas conocía la obra del francés Bossuet, defensor del absolutismo monárquico, cuyas ideas textuales reproduciría en sus escritos: «El rey puede compararse con un padre y recíprocamente un padre puede ser comparado con el rey,...Amar, gobernar, recompensar y castigar es lo que deben hacer un rey y un padre».
Tulio Halperín Donghi (historiador argentino)44​
Al mismo tiempo numerosos académicos contemporáneos continúan sosteniendo la posición altamente negativa y tiránica de Rosas. Tal el caso de Alberto Benegas Lynch (h), quien en su artículo «Juan Manuel de Rosas: perfil de un tirano», hace un acabado resumen citando la opinión de muy diversos autores partidarios de esta postura.45​

Iconografía

En muchos retratos de Rosas aparece portando una gran condecoración que pende del cuello, se trata de una medalla de oro en forma de Sol, con círculo de brillantes inscripto en el anverso «La espedicion á los desiertos del Sur del año 33 engrandeció la Provincia y aseguró sus propiedades» y en el reverso la columna erigida por decreto de 9 de febrero de 1834.


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